Bestiario
Historias de lo que pudo, pasó y no pasó
Prefacio
Cualquier instante de la vida se resume en un grandísimo tal vez. Un acaso puedo hacer esto, o un quizá puedo hacer aquello. Se puede tener todo planeado, hasta el mas mínimo detalle, y aun así, cuando llega un momento cualquiera, lo único que puede llegar a la mente es duda.
Si me quedara cambiaría todo. Es una idea lejana, y que bajo ningún caso pudo darse. Fue solo una idea subjetiva y que no cubrió ningún aspecto mas que el del ocio; un simple gozo ordinario. Mi futuro no existiría en el si me quedara o no y sin embargo, fue una opción que pudo haberse dado si algún incidente mayor pasará, si fuese un lance tan grande que sucediera de todo mi ser.
De tal modo, puede ser una historia muy variada y colorida, propia por la estancia en un país como este. La historia empieza, en el momento en el que el avión alza vuelo y mi hermana que parte, no fuera cercana ya. Ese momento en el que el dolor estuvo en auge. Fue momento culminante donde la historia se parte; un hecho épico que hasta se retrasó un año.
Cuando me despido finalmente de ella, y con una lagrima en la cara y un sollozo profundo, se culmina un capítulo, y presenta la realidad propia que se viniera. Ya no me quedaría. No es que me fuera a ir en ese instante, pero confirmaba mi deparó, mi ulterior. En ese instante y en adelante me prepararía intensamente para largar también. Era obvio que recayera cierto tiempo a un duelo propio y grupal a la vez, sin embargo sería extenuante el trabajo que haría lo más satisfactorio posible el hecho, de poder volver a reencontrarme con ella, fuera de casa.
No fue un evento cualquiera; los meses siguientes fueron silenciosos. Intentamos llenar ese vacío con memorias, que durante tanto tiempo habíamos creado. El contacto virtual no es más que una mera imaginación; ni las letras, ni las fotos, ni los videos, ni los bits yendo y viniendo pudieron reemplazar el abrazo que tan intensamente nos reunió de vuelta.
Pero esta no es solo la historia de lo que paso, también, de lo que pudo haber pasado. Tantos rumbos que pude haber tomado si en un momento fugaz, se extinguiese la idea de volver con ella. Quedarme, en el sentido más amplio significaría no solo arraigarme a un tierra promiscua , también, seria no volver con ella.
Los días previos
Martes 23, Ago
El último martes fue un día normal, el estudio y las tareas pendientes hicieron del día, uno como cualquiera. La mañana se abrió con rayos de sol que atravesaban las ventanas de la casa. Era extraño, por que ninguna ventana daba al oriente. La casa se vació temprano, sólo quedaron la tía, y en una esquina del comedor, los escombros arrumados de una atrasada remodelación.
Fue una mañana soleada, pero el frío de las calles bogotanas permeaba el delgado saco café, con mangas raídas que había recogido con cierto desdén, de la silla del escritorio. La mañana siguió igual a lo que venía siendo un martes convencional; salte la clase de alemán — de nuevo — y las clases a las que asistía seguían correspondientes. La última empezaba a la una; no muy tarde, pero igual sabía que saldría tarde. Por algún motivo tendría que dilatar el tiempo para entrar a esa última clase, y de paso cambiar a un estado más social e histórico, y menos matemático. Era una clase de Humanidades. Hablar de alusiones a cosas que de cierta forma ningún adjunto lograba identificar con consideración directa. Sin duda no encontraba un gusto apreciativo a algo que de tan burda denominación se mostrará. Al acabar, tendría que dilatar en fase por mucho más; no quería llegar a casa, que en ese aspecto tan deteriorado y desgarrado por la obra, despojaba cualquier animo de tan solo acercarse a ella. Sabía que llegaría bastante tarde, y no tardé en darme cuenta que contando lo temprano que salí de casa, llevaría por lo menos 10 horas fuera de ella.
Miercoles 24, Ago
El miércoles fue un día peculiar; afrontando la realidad de que pudiera haber contraído una enfermedad letal, me acoste y dormí. Todo avanzaba común, mientras en una brecha de tiempo lo suficientemente larga para planear la entrega de la clase de la una, salí de la universidad, y me dirigí al puesto de comidas de la esquina que siempre ha estado allí. Sin vacilar busco una moneda en un bolsillo de la maleta, para completar el dinero del combo de siempre, que aunque ahora era más costoso que antes, tenía mayor cantidad; cantidad que estaba dispuesto a compartir con un gato negro, de bigotes largos y blancos que oscilante, buscaba comida mientras entraba y salía de los matorrales que estaban tras los bancos donde estaba sentado. En un gesto de confianza instintiva comparto un poco de la dura cresta de la empanada de carne, que con un baño de aceite al fuego puro, entrega un crujiente gustoso. Directo le acerco mi mano con el trozo y este, con un gesto vacilante, se abalanza hacia, no solo el pedazo de comida, sino un par de dedos también. Si bien al principio no pareció mucho, una visita a la enfermería, creó un temor palpitante, que durante los días siguientes agitaría y crearía una ansiedad particular, a la ya normalmente establecida. Entre debates constantes inmerso en un rezo profundo, comparto todos los puntos de vista ante este posible caso de rabia, que si hubiera sido cierto, habría destruido la familia entera. Hubieran visto como lentamente colapsaba un pilar que arrastraría a mas de un sueño. Al final es intrigante pensar en morir por algo tan arcaico y absurdo, sin embargo hubiera sido una tragedia.
Jueves 25, Ago
El día más descansado era el jueves. Tan sólo tenía 2 clases de una hora. De camino a los talleres, vi que no sólo yo era quien tenía un día de descanso. A mi llegada, varias personas con cierto aire de orgullo y felicidad se acercaban en tropel al auditorio. La exaltación era evidente, y los sujetos de mayor importancia usaban un vestido largo y negro con un trozo de tela bien labrada en forma de “v” y color naranja. Era obvio; niños, adultos y ancianos se desplazaban por igual alabando el camino que después de tanto tiempo su querido familiar había logrado terminar. Graduados es el apodo que les dan, y es un título bastante envidiable. Si seguía mi camino, en algún tiempo cercano, lo lograría también. Atravesando el tumulto con cuidado de no dañar las fotos que serían un especial recuerdo, dibujó en mi mente, la escena donde yo fuere el protagonista: el aire de exaltación está igual, incluso mayor, pues yo soy el homenajeado; un día oscuro, con rayos de sol atravesando disimuladamente las nubes que en el cielo estaban. Habiendo llovido la noche anterior, las calles tenían una pinta húmeda, y las rotas calles albergarían algo más que charcas insignificantes. El rocío del pasto ofrece una caminata peligrosa en este; los zapatos no son de goma, ahora son una negros, y robustamente forrados en un negro cuero pulido y con suela lisa. Todos recuerdan el largo camino que atravesamos, y que juntos, lograba. Completamente sublimado en un orgullo causado por la evidente hazaña, el día se desarrolla jubilosamente, con solo un pequeño, grandísimo incidente. Ella no estaba.
Las clases pasaron fugaces, y el resto del día habrá sido un desliz más que una intrigante dejaría. Si bien para todos era evidente, y a la vez invisible y común, me desarrollaría algún cambio que tal vez, no fuese el apropiado constantemente.
Viernes 26, Ago
Mientras veía una pareja cegandose juntos, recobre la conciencia de un sentimiento que ahora, echaba de menos. El viernes avanzó permutado, no tenía razón de ser y aún así transcurrió despaciosamente. Empezó más temprano de lo normal y el cansancio que en la mañana era casi nulo, durante el paso de las 3 primeras horas incrementó abruptamente. El resto del día fue historia. Desvaneciéndome profundamente mientras más pasaba el día, y acompañado de la propia rutina que se estaba presentando ahora más constantemente, hicieron del día, una mañana de aprendizaje diverso y puntual, y una tarde de depresión, ansiedad y pugnante decepción. De cierta forma me debía detener y a la vez compartir unos preciados momentos, con lo que más tarde sería, un dolor profundo.
Sabado 27, Ago
Un banquete, de cierta forma prohibido hizo del sábado en la tarde, un punto de quiebre. La venta y la ida, harían del futuro de la familia, algo que de cierto modo tendría más lujo. Ese fue el punto donde de cierta forma, empezamos a vivir de forma diferente, y era evidente. Éramos menos ahora.
Domingo 28, Ago
Fue un vacío extraño. El día fue tranquilo, silencioso. Cada uno llevaba una batalla distinta; entre sollozos esporádicos y lágrimas dulces, nos acompañábamos tratando de consolar un dolor que tan extraño como pareciera, era de felicidad.
Los días posteriores
Lunes 29, Ago
El lunes empezó temprano. De cierta forma fue similar a cuando nos levantábamos en ansias de viajar, juntos. Esta vez el viaje era espiritual, interno. La lóbrega madrugada estaba arropada por un manto de nubes que levemente se abrirían y mostrarían un fulgido sol. Camino al aeropuerto pasamos por aires de diferente tonalidad y color; era distante y pudimos saborear una basta cantidad en el recorrido. El humor de la ciudad era diverso, pero a la llegada del aeropuerto todo era neutro. El helado ambiente se cruzaba con la intermitencia de los característicos ruidos ensordecedores y la agitante necesidad de moverse. Así se mantuvo durante las primeras dos horas, en las que a sabiendas de lo que se venía, permanecíamos juntos. Es difícil aún pensar en la despedida; el trémulo sosiego que conteníamos se desmoronó cuando finalmente, delante de la puerta de vuelos internacionales sentimos por última vez, el tórrido cuerpo que cálidamente sostuvimos. Ya se añejaría el tiempo en desear un abrazo de nuevo, y por tanto, ahora sería tan icónico e histórico — legendario — .
Los días pasaron tan nublados y mansos como nunca. Había un silencio tenaz, que se atormentaba, y a la vez se liberaba entre martillazos y golpeteos incesantes, y así, fisicamente y emocionalmente expulsaríamos tanto dolor que inundaba el humor.
Martes 30, Ago
La noche fugaz, se acerco y en un instante, ya no estaba a mi lado. Entonces, como un espectro nocturno, silencioso me adentre. Su tenue respiración que hoy faltaba a mi lado, la encontraba increíblemente liberadora, y a la vez atormentada. Mientras lo despedía como cada noche, reforzaba nuestra unión y la fuerza que necesitaríamos. Mientras me escurría de vuelta al pasillo, tratando de cerrar la puerta lo más silencioso posible, se giró suave, pero con disgusto — ese que siempre hacía cuando excedía el cariño de su sueño — , y como una memoria vaga de un vistazo presto y sagaz , él recordaría lo que ignoraba, había sido un pacto de vida. Esa noche habría puesto en marcha mi plan para el futuro, y el pequeño seguro estaría ahí.
Jueves 1, Sep
El desarrollo en Colombia se dio por olas, los avances tecnológicos llegaban así, y el crecimiento del país se daba exponencialmente. De esta forma ha venido siendo y creo que estoy a la vecina de una ola, en la que deberé surfear lo más alto. Me debería preparar para ir hacia lo más grande. Enfocarme en esto. Se volvería entonces, mi máxima prioridad: ser el mejor para llegar lo más alto, he irme volando; Nunca olvidando, a mi inmensamente amada, familia.
Resonando en frecuencias, me desplazo en la mañana, que apagada, me destroza con una lluvia breve. El gélido aire, que ensordecedor hela las orejas, y retumba no solo en la piel, me neutraliza de forma instantánea. Así era antes, casi siempre. Los días eran estáticos desde la primera hora. Me volvía un ente y claustraba en mis pensamientos, que desde siempre han sido vesicantes. Es curioso que pasara tanto antes, y que de cierta forma era bueno, también era enfermizo; a diferencia de mi estado actual, que es mas caluroso, y ambiguamente equilibrado, que ha estado en mejora desde siempre. El jueves fue tranquilo, ajeno, y trato de recordar viejos momentos. Todo ha cambiado tanto. Es distinto ahora y fue muy poco tiempo. La primera clase conllevaba una tarea, que suficientemente cansada ya, debía ser estricta. Debía recorrer una vez extra el camino, desde los talleres hasta los lockers en el sótano, donde guardo el overall; obligatorio para poder ingresar, no solo a la clase, si no también al taller per se. Ese pequeño hecho, hace que me retrase por lo menos 8 minutos de clase, que sería mucho peor si todo el mundo, incluido el profesor, fueran puntuales. Bastaba con entregar un informe para prematuramente acabar la clase y salir, 15 minutos después, lo que hacia el hecho de ir hasta el locker extremadamente irritante, un desgaste estúpido e innecesario para esta ocasión, que empezaba a ver con cierto patrón.
El hecho más ingrato, de la densa mañana, que agitada, golpeteada y cansada ya, era que solo tenia esa clase en el día. Un profundo desasosiego se causaba con el pleno hecho de pensar en la idea de una mañana tan superflua y extenuada.
A las 908 estaba en mi casa ya, y el resto del día fue historia, literal. Entre las ruina de lo que antes fue todo, y en vecindad del cambio establecido ya, recordé una época que había dejado tiempo atrás. Los colores eran los mismos, y aún así eran distintos. Era algo que ya conocía, pero de cierta forma desconocía. Es una paradoja peculiar. Así, el día transcurre, y entre cortas chispas de diferencia, vuelvo a mi estado actual, para volver a arroparme en brazos conocidos.
La noche avanza rápida, y mientras sollozante leo su carta, son las 1100 y he abandonado ese frígido estado ya. Un aire de producir invade, y no tardó en empezar a urdir firmemente entre aires polucionados, de nubes densas y cortas, y de mares profundos y azules, de dulce sabor; entre tierras ajenas y tradicionales y espacios vacíos, y llenos al tiempo. Lentamente siento que un demonio toma cuenta. Se arrastra sutil y en un parpadear todo ha cambiado. Los ojos lo delatan, el rojo que carmesí que resplandece se mezcla con el ahora amarillento verdor que miel oscuro termina; es tan obvio y tan diferente, que pareciera como si de otro mundo fuera. Tal vez eso era lo que mi hermana veía en mí antes, cuando de cierta forma era más crédulo, joven, puro. Cuando tanta actividad volátil era una gema resonante y discordiosa, que causaba un aire alienígena — por darle un nombre — , y que impaciente, no podía esperar para quedarse en este planeta. Ahora, entre extensos guiños a la apagada cámara frontal y cabeceos impremeditados se que, aunque ciertamente el día estuvo diferente, preferiría seguir un estado más activo y fautor.
Domingo 4, Sep
Volver, de cierta forma seria caridad.
Miercoles 7, Sep
Intente ser más activo en el día, y ciertas formas bastante discutibles, mas no desilusorias, lo habría logrado.
Fumare mientras leo. Te pensaré mientras escribo. Seguramente eso no paso. Era obvio que seria al revés. Sensaciones cálidas explotan liberando cantidades enormes de dopamina. La ansiedad llega, cuando la humareda cesa. Llega distinta, y sin duda habría sido distinta a la convencional. Maldita sea, odio colapsar. Destruí la aparente productividad del día con un episodio extenso y extraño y termine a las nueve, el trabajo que debía haber acabado a las seis.
Mientras redacto líneas eternas, que serán tan sutilmente ignoradas como alaridos impacientes al aire, conflictúo entre seguir un voto banal, o envenenarme de vuelta, para volar en ápices de imaginación que una libertad mortal y acusante conllevan en sí.
Me encierro entre notas agudas y graves, entre colores tenues y amargos, entre sabores desafiantes y olores extravagantes. Hoy no molesto a nadie. Me disuado silenciosamente a la vez que una avalancha crece dentro. Es tan grande como un dedo meñique, pero tan destructivo un talón de dinamita. Arrasaría con todo tan prestamente, que a simple vista sería como si nada hubiera pasado; un vacío perpetuo habría inundado desde siempre el furor de su ser.
La noche continua, y la población se conglomera, para discutir sagazmente, lo temas más irrelevantes e inertes; en mera recuperación social, y personal. Una alegoría a una diversión extrañada y volátil. Mientras me disuado sutilmente de este estado, que tan social se muestra, empiezo a reclamar terreno, remasterizando de nuevo la pieza que ahora escribía.
Sabado 10, Sep
Necesito más libros. Mas de aquellos a que mirar en la estantería con un irrelevante orgullo. Mas de aquellos para ojear febrilmente. Mas de esos a los que ignorar. Es un estante lleno de hojas, de letras y de recuerdos, que no conozco, y aun así, permanecen junto a mi día y noche. Expectantes tal vez, ansiando el día en que puedan ser comprendidos. Tal vez expiantes, llenando un vacío que no debería estar lleno, ocupando un espacio primordial. Útiles acaso, siempre a la mano para cuando puedan ser acariciados.
Cual lampara de ladino, froto su dorso. Es un libro viejo ya. Fue un regalo apreciado y desapercibido. Una novela nazi. Tiene un blanco opaco, lacrado y con las puntas abiertas por el tiempo. Es más curvo que los demás, y al sacarlo con esfuerzo de entre sus apretados compañeros observó una imagen a monocromo. Tiene un soldado — o eso creo; toda la historia es época de guerra — observando inmaculado, lo que por última vez habría sido una bella ciudad. No está en ella; aparece desde lejos. Pensativo captura la toma desde la montaña. Asi pues no volvería a ver de nuevo tal imagen, cuando hubieran sitiado ya, y en ruinas todo estuviera. Atravieso velozmente todas las hojas hasta llegar a la final. Tiene un texto corto. Apenas cubre la mitad de la página. Leo completo sin entender mucho, tratando de rescatar algo de la historia, para acoplarlo a este sin sentido, pero nadie contesta. Solo una frase resalta: — Bueno, parece que soy libre ya.