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Quiza

Caminando, atontada por un aire sulfurante, en el que Maria destila sus pensamientos que siente infamemente despreciables, se estrella tímidamente con un cuerpo tibio. Observa rápidamente en la oscura calle, buscando que causa esa sensación que la despierta tan abruptamente y se alerta al ver un pequeño cuerpo, más cerca al suelo de lo que debiese. Consciente de la criatura, se acerca y le apabulla dulcemente, mientras está se ruborisa con la caricia.

Han pasado años ya desde los que está memoria causó una marca y del que ve que la distancia crea un dolor propio. No es que doliese por que fuera mucha distancia, sino por la intensidad en esa memoria. Esta criatura, que juguetona crea un cariño especial pudo ser la memoria más corta, o no. Sin embargo podría haber sido la más intensa, o no. Nada sabe, por que todo es una infinita probabilidad, en el que todo pudo haber sido un si, o un no.

Preferiría usar la distancia para describir un viaje, pero no tardamos en aprender que el viaje no es menos que el recorrido. Que tenuemente nos envejecemos hacia un objetivo, sin tener el menos del recorrido en mente.

Surfeamos una vida perdiendo de vista lo que queremos por estar viendo el ahora, o no. Tal vez nos enceguecemos al perseguir tercamente una obsesión. La distancia no vale nada, y Maria se pierde fugaz de nuevo, tal vez para encontrar una memoria que cause más daño, o no. Tal vez ahora vea en la distancia, el brillo amigable de un pasado gusto, y viva simplemente.