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Soñar

Busco una distracción, una simple, tal vez; que baste apenas para entretenerme mientras el hechizo recobra su aura y tímidamente caigo sobre su dulce efecto. No es que lo necesite, ni que lo quiera con augurio, sin embargo recae un encanto en una noche de sábado, en la que ni el oculto olor, ni los ruidos mudos despiertan sospecha. Es una chispa rapida, a veces repetida, que se alabanza sagazmente. La multitud y el bullicio del día ocultan su sonido particular; pero ahora con el silencio de la noche, es como si una bola pesada cayese al agua, y el sonido de la explosión se contuviese. Luego se almacenará en una pequeña botella, y se liberara bruscamente con una chispa ficticia, meramente un ápice de descarga. Es un ruido sordo, ambiguo por naturaleza, porque la llama es abstracta. Por si sola es primitiva, despavorida, un peligro enviciante. Hay que dirigirla, acercarla, temeroso de su poder, y con un aliento sublime, atraerla suavemente; un vago aliento que la haga desear mas energia, mas que pueda quemar, y que en una avaricia desenfrenada toca fondo y trémulamente se vuelve maleable.
A este acto sigue la más erótica expresión de prohibición, y a la vez, de liberación. Es por naturaleza humana encontrar tanto placer en quemar — tal cantidad de represiones que acaban con una antorcha en mano, que se liberan con violencia — y al prender llama observando cómo empiezan a combustionarse pequeños trozos de tierra, se exaspera por el placer que quemar causa.

Lentamente me desvanezco en líneas eternas, son imaginarias si acaso, y aun así, atraen mas y mas letras. Empieza con un destello cualquiera, que avanza fugaz y de repente surgen combinaciones que dan literal.

Hacía bastante que no lo hacía tanto en un mismo día; no es que pensara en hacerlo, y sin embargo aparecía repentino y prudente; sin razón para negarlo, simple lo hacía. Sin embargo ahora, siento que hiciera algo mal; continuo desgastandome en vano, como si lo hiciera inmutadamente, y ya no fuera natural, como si ahora presentara un desafío mayor. 
Hay que encontrar culpables. Podría ser yo, y no sería nada zafado. Podría ser el diseño tal vez, o su funcionalidad, puede que ya no sirviese igual que antes. Se empieza a volver una cuestión repentina; el hechizo se disipa, y ahora no hay distracción que valga. Ya no solo era matar el tiempo. Eventualmente tengo que revisar todo de vuelta atrás, sin embargo hay que hacer cambios, y se debe que revisar otra vez, y continuar verificando. Ahora ya es frecuente y tal desgaste es asfixiante.  Trato de despertar; me pregunto de nuevo, ¿Estoy soñando?, y trato de releer varias veces lo mismo, viendo que sea consistente, que fuere igual, reviso una vez más, me tapo la nariz y trato de respirar. Al sentir la fuerza de halar un vacío entiendo, estoy despierto, o que por lo menos no estoy soñando.  Prestamente reviso mi alrededor, todo sigue igual, incluso más quieto y hosco que antes. Un aire de tranquilidad abunda y sobrecarga el ambiente, un sosiego tierno lo alimenta. El ronco sonido del silencio de la calle choca con el afásico ruido de respiraciones — que de vez en cuando suenan roncas y bruscas — claustradas dentro de las paredes. 
Al parecer todo se mantiene ordinario, la oscuridad revela un ambiente de calma, y el reloj indica la fuerza.  Ya es tarde. Los párpados pesan; acomodo la almohada y me recargo en ella. Duermo entonces y trato de no despertar de nuevo. Evito ir de nuevo buscando un lapsus que me retorne al encanto, y asi poder volver a preguntarme, ¿Sueño?, esperando poder decir, si.